miércoles, 9 de marzo de 2011

PRIMERAS CUESTIONES...

¿Cómo resolver la cuestión de la vida que el ser humano debe llevar a cabo? Quizá hace falta que retornemos a los orígenes del pensamiento occidental o, por  lo menos, hurguemos en las nociones de uno de los grandes filósofos.
Platón se refiere a la constitución del alma para desentrañar la esencia del ser humano. El alma estaría dividida en tres partes: la parte racional, la parte irascible y la parte concupiscible. Dicho de otra manera, las virtudes propias para cada una de tales partes, respectivamente, serían: templanza, valentía y prudencia. Todas ellas asentadas en la justicia; y ésta basada en la idea del bien o armonía del mundo. La justicia sería el principio mismo, virtud única de donde brotan las tres anteriores. La justicia sería una convención del alma y no una virtud.
Cuando las virtudes no son tomadas en cuenta emergen los vicios. Cierto que él congraciaba a cada virtud con una clase social, pero no olvidemos que su interés radicaba en la armonía y no en la prescindencia de alguna de ellas. Y, fundamentalmente, no debemos dejar de lado el deber del Estado y sus gobernantes coligados a la templanza (parte racional).
Por tanto, la justicia se manifestaba en la relación equitativa entre las partes. En el pensamiento de Platón trasciende una idea de equidad y sentido moral, por tanto, un sentido de justicia social (reparadora y distributiva).
Ahí es donde queremos llegar… No sé si hemos ido muy rápido o hemos dado muchas curvas.
Estas nociones gnoseológicas (¿o debo decir ontológicas?) nos arrastran a defender la necesidad de una justicia reparadora y distributiva, racional y razonable. A eso, en manos evidentemente del Estado, ¿podemos llamarle Servicios Sociales?

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