viernes, 6 de mayo de 2011

EL EDUCADOR SOCIAL EN LOS SERVICIOS SOCIALES DE BASE


Los Servicios Sociales de Base se conciben como un nivel organizativo y no como una especialidad dentro de los Servicios Sociales (SS). En su progresión han recibido diversas denominaciones. Hoy conviven: SS de Atención Primaria, SS Generales o SS Comunitarios. En la actualidad y para beneficio de la población, los SS de Base han ido alcanzando cohesión y sistematización dentro del sector institucional de los Servicios Sociales Personales. Creemos que son varios los factores que han acarreado la creciente optimización de los mismos. Entre las principales circunstancias favorables para el desarrollo de los SS de Base, mencionamos: i) la descentralización política y administrativa que pretende la revalorización de lo local y su gestión (Municipios y Ayuntamientos); ii) la completa integración de España en los espacios europeos, el nivel de atención primaria en Europa en materia de Servicios Sociales goza de un apreciable desarrollo; iii) el actual replanteamiento del Estado de Bienestar desencadenado por la crisis económica, (ésta conlleva, por una parte, mayor demanda de prestaciones técnicas y económicas y, por otra, la necesidad de reforzar o reorganizar las prioridades sociales).
El tercer punto que antes hemos mencionado podría ser objeto de una seria controversia. Los alcances del Estado de Bienestar, en toda Europa, están en pleno debate y las soluciones emprendidas por los Estados para hacer frente a sus dificultades económicas obligarán no sólo a “aguzar el ingenio”, en muchos casos está alterando la interpretación de la noción misma de Estado de Bienestar. Consecuentemente, podría pensarse que lejos de ser una circunstancia favorable para el pleno asentamiento de los SS de Base con absolutas garantías, sería más bien una limitación. Sin embargo, pensamos que unos SS de calidad no dejan fuera la idea de racionalidad del sistema. De aquí que lo veamos como un hecho positivo.
La atención social de Base está fundamentada en un Plan Concertado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Se persigue la colaboración entre la Administración del Estado y las Comunidades Autónomas, con el fin de sufragar conjuntamente una red de atención de Servicios Sociales locales.  Por tanto, esta estrategia de actuación, nace de la idea de garantizar las prestaciones básicas a los todos los ciudadanos, es decir, servicios orientados a toda la población cuyas metas son: facilitar el acceso a los recursos de los sistemas de protección social, aportar alternativas en el caso de situaciones con carencias o limitaciones en la convivencia, favorecer la inclusión social y promover la cooperación y solidaridad social.
Este sería el contexto que se encontraría un Educador Social que se integre en los SS de Base. La configuración del actual del Estado de Bienestar en España hace que veamos los SS como una auténtica intervención social. El Educador Social es un profesional del ámbito socioeducativo, está capacitado para el trabajo con población que presenta necesidades específicas. El Educador Social recibe una formación concreta en técnicas de animación, gestión y planificación de programas, y una sólida formación para su adaptabilidad a nuevos ámbitos y formas de intervención.
Más ampliamente, decimos que este profesional de la educación actúa en los campos de la educación no formal, es especialista en la dinamización de personas, grupos y colectivos, persigue procesos de desarrollo social y cultural. Su actuación debe ser globalizadora y puede intervenir a nivel individual, de grupos y comunitario en cualquier sector de población. Esta, por ende, respondiendo a un nuevo modelo de la necesidad educativa. El papel protagónico que los Estados dan, en la actualidad, a la Educación redunda en la exigencia de contar con profesionales cualificados para atender de manera integral a la población desde los SS de Base o Comunitarios. La búsqueda de la atención a la tercera edad, la integración sociolaboral del joven y adulto con discapacidad, el fortalecimiento cultural de barrios o grupos sociales específicos…, por mencionar solo algunos son campos de actuación inherentes a la Educación Social.
El Educador Social es el único técnico de la educación cuyo perfil responde a las necesidades educativas comunitarias y sociales. Su perfil profesional complementa la especificidad del rol formativo del docente (en los distintos niveles escolares) y va más allá en lo que a las dificultades sociales se refiere. La amplitud curricular de su formación le permite contar con una formación general que puede, posteriormente y en función de sus intereses laborales, concretar y optimizar.
Los destinatarios de la actuación de un Educador Social pueden ser: individuos, grupos, colectivos específicos y sectores de población, las características de los cuales vendrán determinadas por los ámbitos de intervención y la conjunción de diversos factores. Algunos de los grupos más comunes a los que puede atender son:
  Por edad: infancia en riesgo social, adolescentes o jóvenes de un determinado barrio, preparación de adultos alrededor de la jubilación, mayores o tercera edad...
  Por género: programas dirigidos a mujeres y hombres intervención con mujeres maltratadas, prisiones de hombres...
  Por situación laboral: preparación de adultos alrededor de la jubilación, personas con dificultad de inserción laboral, preparación al acceso al mercado laboral de adolescentes...
  Por nivel educativo y cultural: programas de alfabetización, adaptación al sistema escolar, educación para la salud, educación ambiental, programas culturales, programas comunitarios, tiempo libre...
  Por dificultades de socialización (debido a factores físicos, psíquicos, sociales o culturales): discapacitados físicos, psíquicos y sensoriales; enfermos de larga duración, crónicos o terminales; personas en riesgo social; personas en conflicto social; minorías étnicas; toxicomanías; transeúntes...
Desde otra perspectiva y basándonos en la problemática de las personas, podemos establecer otros grupos de actuación:
  Población en riesgo social, situaciones de abandono, negligencia y maltrato; colectivos de población que, por sus características o circunstancias, se encuentran con especiales dificultades para su inserción social, laboral, etc.
  Población en situación de desadaptación social, situaciones de delincuencia, marginación, exclusión, que pueden ir asociadas a problemáticas de dependencia, discapacidad, salud mental, etc.
  Población general, que atiende la atención a adultos, tercera edad, desarrollo local, animación sociocultural, etc.
Asimismo, queremos atraer la mirada hacia las tareas que definen la acción educativa del Educador Social.
En primer lugar, Tareas Preventivas o profilácticas: destinadas a evitar las disociaciones y perturbaciones de la conducta en interacción social. En segundo lugar, Tareas Auxiliares: contribuir a que la persona madure, capacitar para resolver las problemáticas por sí mismos; las ayudas/tareas pueden ser culturales, lúdicas y moralizadoras. En tercer lugar, Tareas Correctoras o Terapéuticas: empleadas para resocializar, para rehacer la conducta alterada.
Según todo lo antes expuesto, los Servicios Sociales de Base y todos los planes de política social emprendidos por los gobiernos autonómicos conforman una vía empírica y real para el desempeño laboral de los Educadores Sociales. Quizá lo que aún quede pendiente es la consecución de un proceso de normalización profesional que nos permita invertir energías en estar hablando de cómo mejorar la práctica profesional y no en estar discutiendo cómo remarcar los márgenes de un perfil profesional. Aún hace falta contar con condiciones de trabajo y roles de actuación incuestionables.
De todas formas y para no sentirnos apocados, debemos tener en cuenta que, aunque el Estado de Bienestar español cuenta con una importante trayectoria, todavía no ha alcanzado la madurez de muchos de sus socios comunitarios. Lo que significa que muchos servicios no han alcanzado su necesario desarrollo, no todos los profesionales están ubicados con claridad, ni están todos los que tendrían que estar. Comenzábamos nuestro comentario enunciando someramente la realidad de dichos Servicios Sociales y aludiendo al replanteamiento al que se está viendo sometido el Estado de Bienestar en las actuales circunstancias. Habrá que esperar hasta un tiempo a que estar redefiniciones den su fruto, mientras tanto los Educadores Sociales tenemos que demostrar con nuestro trabajo lo necesarios que somos.

miércoles, 9 de marzo de 2011

REFLEXIÓN 2: Derechos Humanos Derechos Sociales y Estado de Bienestar.

Habría que añadir dos derechos a la lista de derechos del hombre: El derecho al desorden y el derecho a marcharse. (Baudelaire)

Es en la dignidad del Hombre donde anidan los derechos del ser humano, allí encuentran su razón ontológica. De ahí que sean indivisibles y que hagamos lo dable porque no sean conculcados. En ellos se sostiene nuestra integridad. Cualquiera sea el motivo por el que un derecho se vea limitado: vida, salud, educación, libertad personal, libertad de expresión…; y sin tener en cuenta el orden de importancia, la persona verá menoscabada su dignidad.
Los Estados deberían implicarse en un mismo nivel de compromiso tanto en la aceptación y defensa, como en el respeto y cumplimiento de todos los derechos humanos, sean civiles, económicos, políticos, sociales y/o culturales. Sin embargo, la realidad a veces hacer gala de un rostro muy diferente y la protección de estos derechos se ve contravenida por el inescrupuloso poder… poder que conduce al sometimiento por causas de sexo, etnia, clase social o procedencia. Hay acontecimientos que nos llevan a preguntarnos y a cuestionar muchos de los derechos que no trascienden a los documentos, al puro papel. Aquella corriente que pretendía establecer un robusto sistema de derechos reconocidos internacionalmente, se ha deformado ostensiblemente.
A nuestro modo de ver, en la actualidad asistimos a una desorientación ideológica, moral y ética desencadenada por la confusión entre lo que constituye un ejercicio individual y aquello que  conforma un ejercicio colectivo de los Derechos Humanos (DH). Una de las primeras tareas que tenemos quienes formamos parte de un grupo humano es reconocer la necesidad de una comprensiva dialéctica entre DH privados, desarrollados bajo la protección de poderes públicos, y DH que exigen un proceso social y comunitario, por ende, de vocación universal. ¿Somos capaces la mayoría de nosotros de reconocer como un DH el derecho a la Seguridad Social, el derecho a la satisfacción de necesidades económicas, sociales y culturales? Aunque todos ellos sean indispensables  para la dignidad y el libre desarrollo de la personalidad de cada individuo, no nos parece una cuestión fundamental. En este tintero se nos quedan los derechos sociales que el Estado de Bienestar debería garantizarnos, por nombrar algunos: derecho al seguro de desempleo, seguro de enfermedad, seguro de viudedad… Más aún, muchos de estos derechos quedan cuestionados en la gestión ya sea pública o privada. Se trata de contenidos estratégicos para el desarrollo humano que llegan a pervertirse en una reducción simplista, desvinculándolos de la responsabilidad del Estado.
Con lo anterior, alguien podría ser contestatario y traer a colación los derechos fundamentales, de valor universal, que no consiguen estar mínimamente garantizados en muchos lugares del planeta. El tema es complejo: ‘dime qué derecho quieres defender y te diré de dónde vienes’. Es verdaderamente una tragedia griega, ¿qué defendemos primero, lo nuestro o lo de más allá? Ambas cosas al unísono, aunque sea más desgastante.
Si continuamos hablando de los regímenes democráticos en donde se han desarrollado cumplidamente los modelos de la Seguridad Social, debemos ponderar el requerimiento de una mayor financiación dada la evolución demográfica, el alargamiento de la esperanza de vida y los cambios producidos en la concepción de la familia. Todo ello va a exigir una reorganización de las bases consideradas en el momento de su fundación.
Por otro lado, dentro de esta tarea de resguardar los derechos de las personas, el papel del Estado de Bienestar puede confundirse con acciones intervencionistas o meramente burocráticas. Lo cual también reclama una redefinición de la noción de bienestar social. Es preponderante alcanzar acciones más flexibles y adaptadas; sin caer en el derroche y, a la vez, más vinculadas a la participación social. ¿Necesitamos hoy un Estado de Bienestar socialdemócrata que funcione como un seguro colectivo, afianzado en una estricta idea contributiva? ¿La respuesta a estos aún ‘emergentes’ Derechos Humanos es tender a generar de forma simétrica políticas sociales compensatorias y distributivas?
En nosotros y en nuestra capacidad colaborativa/participativa como ciudadanos de acción está dar respuesta a estas cuestiones.

REFLEXIÓN 1: la "cuestión social" del planeta.

Del trabajo del obrero nace
la grandeza de las naciones (León XIII).

El año 2010, de múltiples formas, ha estado dedicado a escudriñar el escenario social que se ha instalado en nuestro mundo. El 2010 ha sido el Año de la pobreza y la exclusión social; conmemoró el vigésimo aniversario del Informe sobre Desarrollo Humano; celebró la Conferencia Conjunta Mundial sobre Trabajo Social y Desarrollo Humano… Seguro que si nos detenemos en los distintos focos mundiales dedicados al desarrollo encontraremos un sinnúmero de actividades que no hemos alcanzado a distinguir con nuestros diminutos lentes. ¿A dónde nos conduce toda esta toma de conciencia y los intentos de nuevas conceptualizaciones? ¿Qué ignorados contextos nos esperan? Me vienen a la mente, así sin más, el valor homeostático de las nociones asimilación y acomodación inaugurados por Piaget en evolutiva. En un mundo tan complejo y diverso, ¿Conseguiremos el desarrollo de un ‘ecosistema’ equitativo…, algo así como una justicia distributiva?
¿Qué sociedad es más rica –y no necesariamente en lo material–, más fuerte y equilibrada? La respuesta parece evidente: una sociedad altamente cohesionada. En otras palabras, aquella población que exhibe una importante capacidad para existir como conjunto vinculado por relaciones de interdependencia. Qué acertado Marx al definir por primera vez las relaciones de producción. Es innegable el énfasis que nuestras sociedades han puesto en lo material, por tanto, son dichas relaciones entre las fuerzas productivas las que están condicionando todo lo social. Esto no sería ningún inconveniente si nuestras sociedades de libre mercado no hubieran puesto precio a todo, incluso a los sentimientos. La norma bárbara: ‘tanto tienes tanto vales, asique consíguelo al precio que sea’ ha acrecentado el individualismo y el desprecio entre los integrantes de una sociedad que premia al que es capaz de engañar mejor y a más gente (¿de qué me suenan Afinsa y Forum filatélico o Madoff Securities?). Así las cosas, la única forma de conseguir una sociedad cohesionada es intentar que todos tengamos algo que al otro le falta. Parece un razonamiento simplón –y quizá lo sea–, pero elevado al valor exponencial que hace falta ahora que somos una sociedad red resulta francamente enmarañado y arduo.
Si me preguntaran por las señas de identidad de la sociedad actual tendría que partir por enumerar todas aquellas convulsas cuestiones que me revuelven el estómago cada vez que veo el telediario, mientras almuerzo. Partamos por lo más cercano: manifestaciones en los países europeos por la disconformidad social y económica, (¡qué digo!, si ayer se mostraban las protestas sindicales en Wisconsin… ¿¡Gente que sale a la calle en el país del tío Sam!?); crisis de los regímenes políticos en el mundo islámico (¿Internet es el nuevo recurso panfletario de las ideas de la Revolución francesa?); los eternos desplazados africanos por guerras y conflictos inacabables, (¿les conviene más a los poderosos de occidente mantener el statu quo?); la violencia desatada por mafias –tráfico de drogas, armas, órganos…­– de las megaurbes, principalmente latinoamericanas. ¿Y a la hora de andar por casa? Las manifestaciones de violencia de género, corrupción política, incremento del paro, por nombrar las más evidentes, no cesan.
Durante el siglo XX, los estados europeos respondieron a las dificultades sociales con el Estado de Bienestar. La revolución industrial y el inicio del  gran desarrollo del mundo moderno dejaron un importante número de víctimas. A partir de la toma de conciencia de las condiciones de vida de dichos damnificados surge la preocupación social: beneficencia y asistencia social. Consecutivamente, la clase dirigente ha tenido que ir adaptando los viejos métodos de gestión social para responder a nacientes retos de sociedades que, cada vez, son más conscientes de sus derechos (parece que el conocimiento nos ha ido haciendo más libres). La más reciente visión del Estado de Bienestar más como programas antipobreza que como planes de caridad han conseguido mejorar la calidad de vida de muchas personas en el mundo desarrollado. Aún queda mucho por hacer en el resto del planeta.
En el artículo 5 del Informe de Desarrollo Humano de 2010 éste se define como “la expansión de las libertades reales de la gente para intentar llevar una vida significativa, con motivos para ser valorada.”. ¿Hasta qué punto las actuales condiciones económicas mundiales nos permiten ejercer dichas libertades? Lo que sí observamos como altamente positivo es el ajuste, cada vez mayor, que ha alcanzado el Índice de Desarrollo Humano (bienes materiales, educación y salud). Aunque los progresos más considerables se han llevado a cabo en un plano epistemológico, detallando con mayor precisión las dimensiones que dan cuenta de éste, no es menos cierto que conocer en sus pormenores el fenómeno puede ayudarnos a tomar decisiones y a emprender acciones. Abunda la teoría y la documentación y falta decisión y compromiso, pero cualquier paso, por ínfimo que sea, permite avanzar. En este sentido, no podemos quejarnos del puesto 13 que ocupa España, aunque la meta sea siempre aspirar a más.
Resulta difícil reflexionar sobre la “cuestión social” en los espacios tan dispares en los que se ha fragmentado el mundo sociocultural de nuestro planeta (oriente y occidente; primer mundo y tercer mundo; desarrollo y subdesarrollo… Incluyendo entre ambos términos todos los matices posibles). Mientras unos luchan por su sostén diario o por mantener la vida un día más; otros, pensamos en viajes más económicos, atractivos y educativos para la gente mayor. Es casi imposible poner de acuerdo a los poderes económicos y políticos mundiales para mejorar la realidad social de millones de hombres, mujeres y niños/as; sin embargo, no les cuesta tanto tomar decisiones de protección económica a los grandes grupos bancarios y empresariales caídos por una mala gestión monetaria… Y a costa del contribuyente.

PRIMERAS CUESTIONES...

¿Cómo resolver la cuestión de la vida que el ser humano debe llevar a cabo? Quizá hace falta que retornemos a los orígenes del pensamiento occidental o, por  lo menos, hurguemos en las nociones de uno de los grandes filósofos.
Platón se refiere a la constitución del alma para desentrañar la esencia del ser humano. El alma estaría dividida en tres partes: la parte racional, la parte irascible y la parte concupiscible. Dicho de otra manera, las virtudes propias para cada una de tales partes, respectivamente, serían: templanza, valentía y prudencia. Todas ellas asentadas en la justicia; y ésta basada en la idea del bien o armonía del mundo. La justicia sería el principio mismo, virtud única de donde brotan las tres anteriores. La justicia sería una convención del alma y no una virtud.
Cuando las virtudes no son tomadas en cuenta emergen los vicios. Cierto que él congraciaba a cada virtud con una clase social, pero no olvidemos que su interés radicaba en la armonía y no en la prescindencia de alguna de ellas. Y, fundamentalmente, no debemos dejar de lado el deber del Estado y sus gobernantes coligados a la templanza (parte racional).
Por tanto, la justicia se manifestaba en la relación equitativa entre las partes. En el pensamiento de Platón trasciende una idea de equidad y sentido moral, por tanto, un sentido de justicia social (reparadora y distributiva).
Ahí es donde queremos llegar… No sé si hemos ido muy rápido o hemos dado muchas curvas.
Estas nociones gnoseológicas (¿o debo decir ontológicas?) nos arrastran a defender la necesidad de una justicia reparadora y distributiva, racional y razonable. A eso, en manos evidentemente del Estado, ¿podemos llamarle Servicios Sociales?